miércoles, 1 de agosto de 2018

HOGAR DULCE HOGAR


HOGAR, DULCE HOGAR


Pablito no soportaba a su prima Carlota, la hija del tío Enrique, el hermano de su papá. Carlota tenía diez meses, olía siempre a colonia de bebe y era una autentica pesadez. Pablito la llamaba “el renacuajo peligroso”, porque, pese a que todavía no andaba y solo tenía un diente, no había obstáculo que carlota no sortease gateando.
-      ¡Menuda me ha caído ¡ - pensé Pablito cuando la tía Remedios, la mamá de Carlota, que era un poco antipática y mandona, le pidió que se ocupara de su prima.
-       La primita Carlota  dormirá toda la tarde  - prometió tía Remedios.
Pero lo cierto es que apenas hubo salido tía Remedios por la puerta, Carlota empezó  bramar con más fuerza que una manada de elefantes.
-      ¡Buaaa, buaaa, buaaa…! – berreaba y berreaba.
Espero que pulgarcito me ayude – pensó Pablito desesperado.
Pulgarcito era el mejor amigo de Pablito, un enorme perro san Bernardo, buenazo, gordo y grandulón, que incluso tenia pereza de mover la cola.
Y carlota no tardo en ir de excursión por toda la casa. Sin paracaídas, hizo una caída libre desde la cunita al  suelo. Luego se colgó de las cortinas  del zaguán e hizo de trapecista sobre el sofá del comedor. También rodo por las escaleras y atrapo el pajarito del reloj cuco. Finalmente, agotada por el esfuerzo, carlota se quedó dormida abrazada a pulgarcito, babeando como un san Bernardo y arropada por las patazas del perro.  FIN...
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