EL VUELO DE
LOS CONDORES
Un día mientras regresaba del
colegio, me detuve en el muelle, para ver el circo que había desembarcado, pude
ver al payaso, al domador y a otros curiosos más. Pues acompañamos a la
delegación, hasta que cogieron su cochecito rumbo a su hospedaje, de pronto
una mano toco mis hombros, era mi hermano Anfiloquio, que me preguntaba, por
qué no había ido temprano a casa, porque ya estaba oscureciendo. Al llegar vi a
mi madre muy enojada, luego me hablo dulcemente, que estuvo mal que llegara tan
tarde, y que no había podido comer, porque estaba muy preocupada; sollozando le
di un beso en las manos y ella me beso en la frente.
Estando en mi cuarto, le conté a mi hermanita lo que había visto en el muelle,
y que el sábado el circo daría una presentación, esa noche soñé con el circo,
vi desfilar al payaso, y la niña rubia.
Llegó
el sábado y todos hablaban del circo, mi padre nos dio entradas para el circo,
y ahí se anunciaba el extraordinario y emocionante espectáculo “el vuelo de los
cóndores”. Esa tarde vimos pasar por la calle al payaso “confitito”, junto a un
grupo de niños, y la bellísima miss orquídea, y una banda los acompañaba, se
dirigían al pueblo. Mis hermanos y yo comimos, tan rápido como pudimos, nos
vestimos y nos dirigimos al pueblo, el circo estaba en un estrecho callejoncito
de adobes, hacia el fondo en un inmenso corralón, ahí estaba una gran carpa, de
donde salían gritos, risas, silbidos.
Estando ya adentro en el circo,
se presentaron todos los artistas y en el centro estaba miss orquídea, con su admirable
cuerpecito, zapatillas rojas, sonreía. Salió primero el barrista y con un gran
salto mortal que hizo, cayendo sobre la alfombra, fue aclamado, salió Míster
glandys con su oso, bailó este al ritmo de la música, luego le toco al payaso;
y de pronto todos exclamaron “EL VUELO DE LOS CONDORES”,
apareció miss orquídea y realizó la prueba y luego el público la exclamo con
vehemencia; luego se anunció que se repetiría la prueba, pero la niña cogió mal
el trapecio, se soltó a destiempo, titubeo un poco y con un grito horrible,
cayó como una avecilla herida, sobre la red del circo que lo salvo de la
muerte.
Pasaron algunos días el circo
seguía funcionando pero ya no daban EL VUELO DE LOS CONDORES, yo recordaba a la
pobre niña, sonriente, pálida. El sábado siguiente paso el circo por la calle,
pero no vi a miss orquídea, y entrando a mi cuarto y por vez primera y sin
saber porque lloré, a escondida, un día mientras me iba al colegio, por la
orilla del mar, sentéme a contemplar el mar, al oír unas palabra, volví la cara
para ver, y vi en una terraza a miss orquídea, ambos nos miramos.
Los días siguientes regrese, y
así lo hice por ocho días, yo me acercaba a la baranda de la terraza y los dos
nos sonreíamos, pero nunca hablamos, al noveno día ella ya no estaba en la
terraza, corrí al muelle y ahí le vi llegar cogida de los brazos por mister
kendall y miss Blutner, y al pasar junto a mí me dijo ¡adiós! Y
entrando en el bote saco su pañuelo y lo agitó mirándome, con los ojos húmedos,
y yo con la mano alzada me despedía y así la vi alejarse en el inmenso océano,
hasta no verla más.
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